POR
LA ESPIRAL
Claudia
Luna Palencia
@claudialunapale
-La vuelta de los necios
A diferencia de las ciencias naturales, en las sociales,
las cobayas somos todos y el único laboratorio posible es el mundo cotidiano:
la esfera terrenal con una constante toma de decisiones que no es otra cosa más
que una acción de prueba y de error.
El investigador experimental tiene la enorme ventaja de manipular los agentes a su alcance con la
intención de buscar determinadas reacciones y ver hacia dónde conducen los
resultados; desde luego con bastante paciencia porque la ciencia es, digámoslo
de alguna forma, el arte de hacer posible lo imposible… pero demora llegar a
ello.
No obstante, en el campo de lo social, la investigación
tiene una variable cuyo comportamiento sigue siendo impredecible, me refiero al
ser humano en sí mismo primordialmente como sujeto económico en lo que atañe a
decisiones que involucran gustos, modas, tendencias y muchos otros valores
subjetivos muy difíciles de medir. De hecho para eso están las variables dummy.
¿Cómo influye, por ejemplo, el que una persona acuda
malhumorada a realizar la compra con respecto de otra extasiada tras una noche
de amor? ¿Quién gastará más y por qué? ¿Quién de los dos se limitará únicamente
a adquirir aquello por lo que verdaderamente entró al supermercado? ¿Cuál se excederá?
El estudio del ser humano desde el punto de vista social
es bastante complejo, el más reciente Nobel de Economía concedido al
estadounidense Richard H. Thaler recayó por su contribución de la psicología al
comportamiento económico de las personas. ¿Qué tan racional o irracional es el
homo economicus?
A COLACIÓN
La semana pasada acudí a Casa de América al homenaje
póstumo del historiador británico Hugh Thomas y tuve oportunidad de escuchar
dos profundos discursos pronunciados por los destacadísimos historiadores John
H. Elliott y Tom Burns, personas cercanas a su colega Sir Thomas.
Lo que más me quedó en la cabeza, lo digo como
economista, es la sensación de que somos producto de una constante historia
fallida repetida como una dialéctica maldita como si fuésemos incapaces de
aprender de nuestros errores y del pasado.
Como si mirar el futuro fuera tan desasosegante, tan
incierto, tan tenebroso y lleno de incógnitas
y acertijos que entonces, como niños desprotegidos, buscásemos el cobijo del
pasado acaso como un reflejo innato.
No aprendemos, es la repetición de la necedad y hay
pueblos que la repiten hasta el cansancio tenemos a Argentina o a Venezuela y a
otras democracias latinoamericanas que no dejan de mirar debajo de las sábanas
de la dictadura.
Ni qué
decir de Rusia este año conmemorando el primer centenario de la caída de los
Romanov y la Revolución Rusa de la que
emanó el liderazgo de Lenin; la instauración del régimen del martillo y de la
hoz cuyo modelo autoritario, centralizado y planificado es baluarte de
inspiración de Vladmir Putin, actual presidente de Rusia.
De vez en vez y con más frecuencia Putin otea en los
capítulos del comunismo -como modelo de Estado- para buscar la inspiración para
reconducir a Rusia hacia el camino del siglo XXI.
Me llama la atención que Elliott, en el caso
melodramático de España, refirió como
historiador que la nación ibérica lleva desde 1522 arrastrando problemas con
sendos capítulos sin cerrar del todo.
A mí en lo personal no me parece nada agradable que venga
un extranjero a querer enmendarle la plana a los naturales del país como si no
tuvieran eruditos propios en la materia. Con México ha pasado algo similar con James
Creelman, Alan Riding y tantos otros más
que han reinventado bajo su ojo clínico los acontecimientos.
Ahora bien, en las intervenciones del homenaje que
menciono, el historiador Burns lanzó una interesante reflexión al hablar del
resurgimiento de los nacionalismos y populismos que al menos en el caso de
Europa se ciernen como una amenaza creciente: “Estamos en un momento delicado e
irracional se trata de un desorden del pensamiento porque no se aprende de las
lecciones de la Historia”.
En efecto, no se aprende: en Argentina votaron a los Kirchner
y metieron a otra pareja que se pasó el poder de mano en mano; en Venezuela la
dictadura se resiste a ser cortada de tajo o en Rusia hay sectores que hablan
de Lenin y Stalin como si fuesen los años dorados del máximo resplandor.
Y en Occidente, como dijo Burns, la gente ha dejado de
valorar el pasado reciente, la transmisión
de valores de generación en generación se observa con un abandono del canon. A
tal punto que aconteció el Brexit y hasta los nazis han regresado al Bundestag.
La gente se ha olvidado de los años de angustia, de
dolor, de sangre, de guerra, de ausencia de libertades… hay cada necio.
Directora de Conexión Hispanoamérica,
economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales
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