POR LA ESPIRAL
Claudia
Luna Palencia
@claudialunapale
-Marx: a
200 años del mito
Se
ha cumplido el bicentenario del viejo barbón que cimbró a la economía política
y desafió al sistema imperante de su época con su persistente curiosidad acerca
del mecanismo embrionario de incubación del sistema capitalista y la
deconstrucción –casi filosófica- de cómo el patrón se enriquece a costa de la
explotación del trabajador.
Si
Platón en cierto sentido es el albacea del alma inmortal, el polifacético Karl
Marx es el patriarca de la plusvalía
entendida ésta como una expropiación intangible que el empresario ejerce sobre
del trabajador durante el proceso productivo.
El
alma del capitalismo reside por ende en dicha expropiación “de ese algo” que
deja el obrero en la producción de cada mercancía y que no le es retribuido
pecuniariamente y permite lubricar el enriquecimiento del patrón.
Para
muchos economistas, El Capital es una
obra de necesaria lectura, algunos cursos agotan –dependiendo de la orientación
ideológica de la universidad- la lectura de los tres tomos; en otros, les basta
con introducir a sus alumnos, tan sólo
al primer tomo basado en “el proceso de
producción del capital”.
Ya
sea en historia económica o bien en economía política, sin duda Marx está
obligadamente presente en el aprendizaje de los alumnos de ciencias económicas;
yo en lo personal recuerdo exámenes orales en los que prácticamente tenía que
recitar los párrafos del tomo I.
A
Marx, escritor, periodista, abogado, filósofo y economista, se le ha satanizado
las más de las veces o bien elevado a los altares quedando al arbitrio de los diversos grupos que pretenden acceder al
poder.
Prácticamente
su nombre está cosido al comunismo es un silogismo en la que una premisa subyace
unida con la otra, si bien a Marx debería analizársele por su valiente crítica
al incipiente capitalismo imperante del momento en Reino Unido; la naciente
Primera Revolución Industrial.
Este
brillante pensador nacido en Tréveris,
Alemania el 5 de mayo de 1818 observó su entorno: el capitalismo que no había
cuajado rápidamente en su país natal había detonado en la campiña británica y
en la urbe industrial inglesa; ante sus ojos iba gestándose un engendro
revolucionario de las relaciones económicas y productivas.
La
introducción de la máquina de vapor desplazando ferozmente a la mano de obra; los
costos unitarios como obsesión en el nuevo modelo de competencia empresarial en
el que la producción a escala y el consumo emergieron como el gran anatema ante una nueva división de clases sociales.
En
buena parte de su obra se habla de ese proceso de acumulación y destrucción del
capital, la dialéctica del materialismo analizada como una espiral de procesos en constante repetición; ciclos
históricos que el ser humano con su capacidad de raciocino debería prever.
A COLACIÓN
Marx
ya había bebido de la fuente de la Ilustración francesa, de las ideas de Montesquieu,
Diderot, Rousseau, Voltaire y otros destacados que formaron parte de “los enciclopedistas”;
muchas de sus ideas en pro de la igualdad, la libertad o la democracia han corrido la misma suerte que las ideas
marxistas.
Han
pasado del reino de la metafísica y han caído en las manos maniqueas de quienes
las han distorsionado, exacerbado e incluso desenvainado un arma en su nombre:
el Régimen del Terror en Francia utilizó
a su conveniencia muchas de las ideas más puras y estelares de la
Ilustración.
La
Ilustración hablaba de equidad social, división de poderes y democracia… no de
cortar cabezas; Marx escribió de equidad social, igualdad laboral, defensa de
las clases trabajadoras explotadas por los empresarios… no de instaurar
dictaduras asesinas, represoras y aniquilantes de las libertades civiles,
humanas, y forjadoras de una gran masa de lumpenproletarios.
El cielo era apropiarse de los
medios de producción para distribuirse la riqueza generada, recuperar para sí
mismos esa plusvalía expropiada; no terminar todos miserables, subyugados por una oligarquía en
el poder, ociosos e incapacitados de superarse económicamente hablando ante una
absurda abolición de la competencia.
Marx
está muerto… y dos siglos después el capitalismo no. Muy a pesar de sus altibajos, esa dialéctica
intrínseca no le ha impedido pasar varias fases hasta la actual: el capitalismo
en la era digital y la inteligencia artificial.
Estamos
(como Marx lo estuvo en su momento histórico) viendo al engendro reavivarse en
la Cuarta Revolución Industrial que amenaza además con extinguir muchos
oficios, muchas profesiones y realizar otra división del trabajo con su
consecuente especialización. Está muerto el pensador, pero no sus ideas, habrá
que releerlas –sin el manoseo político en el poder- en medio de esta vorágine
necesitada de urgentes equilibrios socioeconómicos.
Directora de Conexión Hispanoamérica,
economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales
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