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martes, 24 de abril de 2018

SLIM TIENE TODA LA RAZÓN

















POR LA ESPIRAL
                                               Claudia Luna Palencia
@claudialunapale


-Slim tiene toda la razón



            Todavía no figuraba dentro de las fortunas más acaudaladas del mundo cuando al empresario mexicano-libanés Carlos Slim Helú, le preguntaron acerca de la creciente pobreza en el país, a lo que él, sin trastabillar, respondió: “El peor negocio para un empresario es la pobreza”.

            Si hay un punto en el que todos coincidimos seamos del partido que seamos, de la ideología o credo que profesemos es que el enemigo social, el gran cáncer, es la pobreza.

            Tanto los de derechas como los de izquierdas (hasta los más extremistas) queremos  la menor cantidad posible de pobres,  el quid radica en cómo materializar ese deseo y allí es donde el paradigma se rompe y bifurca en diversas soluciones; unas más efectivas que otras en tanto que unas se comportan más transversales y una mayoría más dogmáticas (ortodoxas o heterodoxas).

            Es decir, el escenario ideal (el más idealizado) pasa por una ampliación de los estratos más pudientes en la medida que más gente va sumándose a ellos en respuesta a diversos factores principalmente una mejoría en el ingreso; lo contrario, lo opuesto, es un estrato de pudientes cada vez más pequeño y cerrado en contraste de una ampliación de los estratos con mayores dificultades socioeconómicas.

Para nadie es un buen negocio un 30% de ricos versus un 70% de personas con crecientes dificultades económicas, en esta relación el futuro es opaco y negativo; a nadie le conviene poner en juego la estabilidad civil y democrática.

Es por eso que las políticas públicas, junto con el quehacer empresarial, son dos actores imprescindibles para crear el marco de condiciones favorables para hacer que cada día más gente pueda elevar su calidad como su nivel de vida.

Y la inversión es un pivote esencial es un dínamo para la macroeconomía pero desde luego lo es igualmente para la microeconomía y lo es tanto la inversión pública, como la privada; no es que una sea competencia de la otra o bien, una desplace a la otra, con tantas necesidades por satisfacer ambas son complementarias.

En este sentido, como economista, le doy la razón a Slim Helú y máxime cuando unos países y otros se pelean para mejorar las condiciones marco de estabilidad, certidumbre y rentabilidad para los inversionistas en este caso extranjeros.

Aunque también haya grupos de personas y políticos entreverados, obcecados con que lo extranjero es malo, obnubilados en su pensamiento creyendo que el inversor privado local también es malvado y hasta le roba el aire o le saquea.

Hay gente para todo, hay quienes no quieren visitantes por ejemplo: en España, en Cataluña, los  naturales de la zona creen que los turistas foráneos son la causa de todos sus males y que, por ende, no deben veranear en sus playas ni mucho menos gastarse su dinerito allí.
A  COLACIÓN
¿Le sorprende? En México todavía hay quienes arrastran lastres atávicos justificándose bajo la Conquista o bien quienes a la primera oportunidad creen que el monolito a destruir en el ejercicio del poder y del gobierno pasa por dinamitar a la inversión privada: nacional y extranjera.

            No, se equivocan profundamente quienes atacan tanto al capital privado  local y también al que llega desde afuera, no son el leviatán, sino todo lo contrario son el bálsamo para crear empleo.

            La inversión es necesaria para calentar los motores de la generación de la riqueza reflejada en el PIB; la inversión, su flujo, es un termómetro  de la confianza hacia el rumbo político de un país, ¿quién quiere invertir en activos, levantar ladrillos, en tierra pantanosa?

            El año pasado, de acuerdo con la Secretaría de Economía, la IED en México ascendió 11.1% para ubicarse en 29 mil 695 millones de dólares, una cifra considerable y que, desde luego, no puede ponerse en riesgo por razonamientos obcecados y retrógradas.

            Para que lo entendamos: por cada empresario que hay en el país azteca, sea micro, pequeño, mediano o grande, sea nacional o extranjero, hay múltiples empleos creados; por cada empresa cerrada en contraparte crece el desempleo y por cada dólar, euro, yen, libra esterlina que deja de invertirse en el país lo que hay es otro país beneficiado. Y no es una cuestión partidista, pero Andrés Manuel López Obrador… se equivoca.
Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales

           





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