POR LA ESPIRAL
Claudia
Luna Palencia
@claudialunapale
-Slim tiene toda la razón
Todavía
no figuraba dentro de las fortunas más acaudaladas del mundo cuando al
empresario mexicano-libanés Carlos Slim Helú, le preguntaron acerca de la
creciente pobreza en el país, a lo que él, sin trastabillar, respondió: “El
peor negocio para un empresario es la pobreza”.
Si hay
un punto en el que todos coincidimos seamos del partido que seamos, de la
ideología o credo que profesemos es que el enemigo social, el gran cáncer, es
la pobreza.
Tanto
los de derechas como los de izquierdas (hasta los más extremistas) queremos la menor cantidad posible de pobres, el quid radica en cómo materializar ese deseo
y allí es donde el paradigma se rompe y bifurca en diversas soluciones; unas
más efectivas que otras en tanto que unas se comportan más transversales y una
mayoría más dogmáticas (ortodoxas o heterodoxas).
Es
decir, el escenario ideal (el más idealizado) pasa por una ampliación de los
estratos más pudientes en la medida que más gente va sumándose a ellos en
respuesta a diversos factores principalmente una mejoría en el ingreso; lo
contrario, lo opuesto, es un estrato de pudientes cada vez más pequeño y
cerrado en contraste de una ampliación de los estratos con mayores dificultades
socioeconómicas.
Para nadie es un buen negocio un 30% de ricos
versus un 70% de personas con crecientes dificultades económicas, en esta
relación el futuro es opaco y negativo; a nadie le conviene poner en juego la
estabilidad civil y democrática.
Es por eso que las políticas públicas, junto
con el quehacer empresarial, son dos actores imprescindibles para crear el
marco de condiciones favorables para hacer que cada día más gente pueda elevar su
calidad como su nivel de vida.
Y la inversión es un pivote esencial es un
dínamo para la macroeconomía pero desde luego lo es igualmente para la
microeconomía y lo es tanto la inversión pública, como la privada; no es que
una sea competencia de la otra o bien, una desplace a la otra, con tantas
necesidades por satisfacer ambas son complementarias.
En este sentido, como economista, le doy la
razón a Slim Helú y máxime cuando unos países y otros se pelean para mejorar
las condiciones marco de estabilidad, certidumbre y rentabilidad para los
inversionistas en este caso extranjeros.
Aunque también haya grupos de personas y
políticos entreverados, obcecados con que lo extranjero es malo, obnubilados en
su pensamiento creyendo que el inversor privado local también es malvado y
hasta le roba el aire o le saquea.
Hay gente para todo, hay quienes no quieren
visitantes por ejemplo: en España, en Cataluña, los naturales de la zona creen que los turistas
foráneos son la causa de todos sus males y que, por ende, no deben veranear en
sus playas ni mucho menos gastarse su dinerito allí.
A COLACIÓN
¿Le sorprende? En México todavía hay quienes arrastran
lastres atávicos justificándose bajo la Conquista o bien quienes a la primera
oportunidad creen que el monolito a destruir en el ejercicio del poder y del
gobierno pasa por dinamitar a la inversión privada: nacional y extranjera.
No, se
equivocan profundamente quienes atacan tanto al capital privado local y también al que llega desde afuera, no
son el leviatán, sino todo lo contrario son el bálsamo para crear empleo.
La
inversión es necesaria para calentar los motores de la generación de la riqueza
reflejada en el PIB; la inversión, su flujo, es un termómetro de la confianza hacia el rumbo político de un
país, ¿quién quiere invertir en activos, levantar ladrillos, en tierra
pantanosa?
El año
pasado, de acuerdo con la Secretaría de Economía, la IED en México ascendió
11.1% para ubicarse en 29 mil 695 millones de dólares, una cifra considerable y
que, desde luego, no puede ponerse en riesgo por razonamientos obcecados y
retrógradas.
Para que
lo entendamos: por cada empresario que hay en el país azteca, sea micro,
pequeño, mediano o grande, sea nacional o extranjero, hay múltiples empleos
creados; por cada empresa cerrada en contraparte crece el desempleo y por cada
dólar, euro, yen, libra esterlina que deja de invertirse en el país lo que hay
es otro país beneficiado. Y no es una cuestión partidista, pero Andrés Manuel
López Obrador… se equivoca.
Directora de Conexión Hispanoamérica,
economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales
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