POR
LA ESPIRAL
Claudia
Luna Palencia
@claudialunapale
-Un año de sacudidas
Y no me refiero a las telúricas que nos han dado
dramáticos y dolorosos episodios recientes, en la arena internacional el arribo
de Donald Trump a la máxima esfera del poder en Estados Unidos ha cimbrado las añejas estructuras erigidas
tras el final de la Segunda Guerra Mundial.
Júpiter y Marte en yuxtaposición: tiempo de cambios
profundos, se abre una nueva etapa crucial aquello que está dado terminará
transformándose y como en todo, habrá consecuencias positivas y otras
negativas.
Lo que es del todo visible es que la etapa larga de paz
prendida con alfileres deshilvanándose de palmo en palmo ha pasado a otra
página porque estamos ante un nuevo capítulo de la Historia.
Se trata de un tema de debate entre quienes consideramos
que estamos en una nueva fase de la Guerra Fría 2.0, muy contraria de la
opinión de quienes consideran que no es así.
Pero más allá de la lectura acerca de Irán, Afganistán,
Siria o de Corea del Norte, hay una toma de emociones y de sensaciones que
indiscutiblemente marcan el final de una época y la apertura de otra: el rearme
de Japón y la vuelta de su Ejército a la esfera bélica global.
Como país vencido, el país nipón borró hasta de la
Constitución la posibilidad de una acción beligerante, sus fuerzas armadas
además quedaron reducidas y encorsetadas a fungir como fuerzas de defensa en
tiempos de paz y para la paz; sin posibilidad de entrar en batalla en el
exterior o de participar en ésta.
No sé si es cuestión meramente natural del carácter de su
gente, de la cultura, la idiosincrasia o producto de la inteligencia en masa, pero tanto Alemania como Japón, los dos
grandes perdedores de la Segunda Guerra Mundial son hoy líderes indiscutibles.
La asombrosa recuperación de ambas economías –con todo y
sus heridas- nos demuestra la enorme capacidad y el poderío mental de sus
habitantes para sobreponerse de un hecho tan crucialmente doloroso y vergonzoso
como fue la guerra pasada.
Japón, entre la década de 1980 a 1990, estuvo por desbancar
a la estadounidense en cuanto a su poderío económico pero la crisis bancaria
aunada a una ralentización de su PIB le impidieron dar ese gran salto que
finalmente sí lo dio China.
Pero es que su ciclo económico tiene sus peculiaridades
como el proceso de acelerada robotización, la rápida inserción de la tecnología
digital en el público consumidor; y el PIB no necesariamente tenderá a
crecimientos sostenidos por encima del 7% a mayor robotización, de hecho, puede
tener un efecto anestésico sobre del PIB debido al valor agregado, la mano de
obra desplazada y porque en cierto punto una acelerada tecnificación no acumula
sino más bien destruye aceleradamente capital.
A COLACIÓN
Shinzo Abe, primer ministro nipón, recientemente
refortalecido en las urnas y ante el Parlamento está terminando de enterrar la
bandera blanca y pacifista de su país.
Lo hemos visto también con la presión tan especial que
ejerce el presidente Trump, el excéntrico empresario que no se corta un ápice
en decir lo que piensa (aunque sea políticamente incorrecto y sea la antítesis
de la diplomacia) ya delineó quienes son o no sus aliados; lo ha hecho a pulso
de gesticulaciones evidentes.
Empero a esos aliados, como lo es Japón, el inquilino de la Casa Blanca les está
demandando mucho más que coloquiales apretones de manos, quiere verlos a su
lado, saberlos cerca, que se atrevan a dar el paso más allá del pragmatismo
dominante.
Abe lo sabe, lo ha interpretado y digerido ante la amenaza
creciente de Corea del Norte. Además la región es altamente convulsa y
virulenta: los roces con China por la disputa de diversas islas y pasos
marítimos en el Mar de Japón, el Mar de China Oriental y el Mar de Filipinas
impide restañar las cicatrices entre chinos y nipones.
Por eso la intención del primer ministro Abe de destinar
mayor gasto a defensa, de continuar con la modernización de sus fuerzas armadas
y fundamentalmente de reformar la Constitución, para que en un nuevo hito de
cara al siglo XXI, el país derrotado nuevamente tenga un Ejército capacitado
para llevar a cabo acciones de combate en el exterior. Tiempos de paz… tiempos
de guerra.
El Samurái erigido como escudo defensor de Estados
Unidos, el vencido protegiendo al
vencedor, ante Corea del Norte y como contrapeso con China; dos enemigos
convertidos en aliados. La pregunta es hasta cuándo y a qué precio.
Directora de Conexión Hispanoamérica,
economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales
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