POR LA ESPIRAL
Claudia
Luna Palencia
@claudialunapale
-Trabajo precario e
inteligencia artificial
Ni el
siglo XVIII ni el XIX arrastran la
complejidad laboral que subsume hoy en día a la creciente masa aglutinada en la
población económicamente activa.
La
Primera, la Segunda y la Tercera Revolución Industrial marcaron un hito en las
relaciones entre patrones, obreros, jornaleros pero igualmente, ambas,
provocaron una división del trabajo: la especialización en diversas áreas, sin
obviar, el surgimiento de nuevas profesiones y oficios.
La
introducción de las máquinas de vapor en los procesos productivos desplazaron a
una masa de trabajadores y como era de esperarse, se extinguieron muchos
puestos laborales.
El
surgimiento y la mediación de los
sindicatos a fin de que fuesen respetados los contratos laborales y varias conquistas
sociales a favor del trabajador, permitieron que el capitalismo en ciernes no
arrasara con el ser humano y lo regresara a un antiguo régimen de explotación
servil o bien de esclavitud.
No
obstante, en la actualidad esos pivotes, me refiero a la subsistencia de
sindicatos y las conquistas sociales, menguan en la medida que la globalización fuerza a una rápida y más profunda especialización así como a mantener la carrera del liderazgo
como economías en expansión y en atractivo basado en los menores costos de
producción y en la introducción de mayores innovaciones productivas y de los
avances inn de la tecnología.
La
robotización junto con la inteligencia artificial han forzado una Cuarta
Revolución Industrial, lo digital y el
Internet de las cosas así como el ensanchamiento del sector servicios está
provocando una sustancial metamorfosis de lo hasta ahora conocido por todos en
el terreno económico, social, laboral, salarial y sindical.
Para
bálsamo del capitalismo, la inteligencia artificial coadyuvará a perpetuarlo;
para riesgo de una sociedad de clases
contribuirá peligrosamente a ensanchar el intervalo de los lumpentrabajadores y
pondrá además, entre la espada y la pared, las conquistas sociales escasas que
todavía perviven en el alba del siglo XXI.
Porque
además cada recurrente crisis económica, su recuperación se hace a costa del
sufrimiento del trabajador y de la población más desprotegida que ve desmontar,
ladrillo tras ladrillo, el Estado Benefactor.
A COLACIÓN
La rueca no va nada bien, esa
productividad materialista tiene intrínseca una curva marginal decreciente, no
es un barril sin fondo ni un sendero con
luces cortas y largas iluminándole, es que tarde o temprano habrá que reducir
el ritmo de producción; el meollo es si los empresarios sobreexcitados por
todos los beneficios para sí mismos que les dejará la inteligencia
artificial están conscientes de ese negro y nada improbable futuro.
Me
autocuestiono si, habrá un día también, un sindicato para robots y humanoides
porque las nuevas generaciones nuestras de hombres y mujeres se enfrentarán el
día de mañana a la competencia atroz de esa inteligencia artificial que no
enferma, no se embaraza, no protesta, no va al baño ni tiene tiempos muertos
porque le gusta fumar…
Asimismo
me pregunto si, en el aniversario del Día del Trabajo, saldrán a la calle como
lo hacen millones de personas a protestar por todo lo que han perdido en
beneficios y las cada vez más severas
dificultades por encontrar un trabajo bien remunerado y con las prestaciones
correspondientes de la Ley.
¿Veremos
humanoides en las calles algún día alzando su voz por la explotación a la que
son sometidos por sus patrones? Como generación en una intensa época de
transformaciones atestiguaremos lo menos
imaginado.
No sé si
vamos a un mundo mejor o peor, aunque laboralmente todo será más complejo y es
algo que nos hace responsables ante las nuevas generaciones, esos millones de
jóvenes que van quedando a un lado porque la competencia voraz los deshecha; el
trabajo precario que deja un joven se lo pelean cientos incluso capaces de
aceptar todavía peores condiciones.
Hay un
desesperanzador desasosiego generacional. A las personas que orbitamos en la
madurez, nuestros padres, nos orientaban para estudiar una carrera
universitaria como si fuese la vía láctea de la seguridad; además estimulándonos
hacia áreas profesionales en las que un contrato fijo, una famosa plaza,
significaba prácticamente un camino de estabilidad.
Hoy en
día, ese camino no existe, estas generaciones de muchachos viven en el
desaliento, no encuentran esa vía láctea, no hay ni los contratos fijos ni las
plazas; el estudio universitario no les asegura inclusive un camino de
estabilidad laboral ni salarial.
En medio
de ese sufrimiento generacional, en menos de una década, la lucha intestina
entre el ser humano y la inteligencia artificial en el ámbito laboral dejará
extintas muchas profesiones.
Directora de Conexión
Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas
internacionales
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