POR LA ESPIRAL
Claudia
Luna Palencia
@claudialunapale
-¿Otra
crisis en los emergentes?
La
pregunta del millón de dólares es si, el escenario geopolítico y geoeconómico
actual, está siendo el caldo de cultivo para que los países emergentes vuelvan
a caer en las marismas de la crisis… la palabra maldita.
Después
de Argentina y su petición de rescate financiero al Fondo Monetario
Internacional, ¿le seguirá Turquía? ¿Habrá un efecto de contagio dominó que
terminará arrastrando a los emergentes nuevamente al abismo económico?
Durante
la última década en que los países industrializados cayeron arrastrados por la
crisis de las subprime en Estados Unidos, su exposición al riesgo al ladrillo,
las hipotecas y el sobreendeudamiento ciudadano fueron los países emergentes (también
llamados menos industrializados y subdesarrollados) los que jalaron el carro
del crecimiento global.
Mucho
se teme ahora, sobre todo en las tempranas previsiones de los analistas
internacionales y asesores de mercados, que esto sea el significativo final de
casi diez años dorados para las economías emergentes en parte porque Estados
Unidos está detonando bombas diplomáticas, económicas, políticas junto
con dañinas granadas de manipulación, coerción, amenaza y coacción que están
terminando por reventar a las economías más expuestas a las vulnerabilidades
conocidas por todos.
Si
la Reserva Federal incrementa sus tasas de interés y el dólar se fortalece,
¿quién sufre? La respuesta es sencilla: lo hacen todos aquellos países,
personas morales, empresas y personas físicas fuertemente apalancadas en el billete verde porque no sólo su deuda vale
más en dólares sino que es más caro pagarla por el reajuste alcista en los
tipos.
Es
una forma de asfixia segura cuando se está endeudado, con problemas de liquidez
y hasta de solvencia; con México tenemos una dramática historia de cómo varias
generaciones de compatriotas quedamos atados al grillete del pago de los
intereses, de los intereses, del principal de la deuda externa.
El
anatocismo aplicado por el Tesoro estadounidense para con sus empréstitos, así
como las condiciones impuestas por el FMI, para proveer de oxígeno financiero
han constituido el más lamentable caso de transferencias de recursos de un país
endeudado hacia el acreedor. Años de PIB y de crecimiento se fueron a las arcas
de Estados Unidos y a las del organismo internacional.
Así
se dragaron los años de 1980, la terrible “década perdida” como la denominó la
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL); como lo señalé en
mi libro “En la órbita del dólar”, sello Debate, RandomHouse Mondadori, por el
lado del endeudamiento, la deuda externa del país se había incrementado
peligrosamente presionando la solvencia y la liquidez de las arcas nacionales.
En
1976, la deuda externa del sector público era de 19 mil 600 millones de
dólares. En los siguientes seis años se triplicó, y para, 1982 el saldo de la
deuda externa del sector público aumentó a 58 mil 874
millones de dólares.
En
1982, el pago anual por intereses de la
deuda externa ascendió a 14 mil millones de dólares, esto es, “la economía de
México tuvo que transferir al exterior, cada año, el equivalente al 7% del
PIB”.
A COLACIÓN
El
pasado 8 de junio, el gobierno de Mauricio Macri, acordó un préstamo “stand-by”
por 50 mil millones de dólares entre Argentina y los acreedores del FMI para inyectar liquidez y sobre todo respaldar a la moneda: el peso argentino
es la moneda más golpeada por la divisa estadounidense; desde enero y a
principios de mayo, acumulaba un desplome del 13.15 por ciento.
Le
siguen otras igualmente castigadas como son el rublo ruso, la lira turca y el
real de Brasil sin obviar que la moneda mexicana ha tocado hasta los 20 pesos
por dólar.
Y
va que empeora porque se está hiperreaccionando también al contexto geopolítico
cada vez que Trump habla o escribe una amenaza o una intimidación en Twitter, sus bonos políticos suben, y
provoca además la percepción de fortaleza de la Unión Americana en medio del enrarecimiento internacional.
Turquía,
tampoco se ha escapado, el viernes pasado su moneda vivió momentos frenéticos
llevaba una devaluación del 19% tras el anuncio –como represalia política- de
que Estados Unidos duplicará los aranceles hasta el 50% para las importaciones
de acero turco y del 20% en el aluminio.
Trump
está creando un problema político bilateral con Turquía, por el hecho de que la
justicia otomana se negó a liberar al pastor norteamericano, Andrew Brunson,
acusado de espionaje y colusión terrorista.
Mientras
el mandatario turco Recep Tayipp Erdogan conminaba a sus ciudadanos a defender
“con todo su oro, sus euros y sus dólares” a la lira turca para ganar “la
guerra económica”; del otro lado del Atlántico, Trump, prepotente y sobrado
tuiteó: “Yo he autorizado duplicar los aranceles del acero y del aluminio a
Turquía mientras su moneda, la lira turca, se desploma en contra de nuestro muy
fuerte dólar. Nuestras relaciones con Turquía no son buenas ahora”.
Directora de Conexión Hispanoamérica,
economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales
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