La periodista y corresponsal Claudia Luna Palencia en #HelsinkiSummit2018 cita histórica entre el presidente Donald Trump y su homólogo ruso, Vladimir Putin. Aquí en el pequeño grupo de 14 corresponsales internacionales elegidos para dar seguimiento directo al presidente Putin.
POR LA ESPIRAL
Claudia Luna Palencia
@claudialunapale
-Corea del Norte: papel
mojado
El
dictador norcoreano, Kim Jong-un vendió como un éxito reivindicativo de su atroz régimen el encuentro que sostuvo
con el mandatario de Estados Unidos, el 12 de junio pasado, en Singapur.
No sé
por qué razón pero parece que hablo de una fecha ya muy muy lejana como si
hubiesen pasado muchas lunas y varios
calendarios deshojados; quizá sea porque más allá de la temporalidad que tanto
fascinaba a escritores como León Tolstoi este año vamos demasiado bombardeados
por noticias relacionadas con Corea del Norte, Siria, Irán, Palestina con Gaza
y Cisjordania atenazadas por Israel y primordialmente porque la figura de
Donald Trump no da tregua ni siquiera en vacaciones.
¡Anúdenle
los dedos! ¡Y ciérrenle la boca! Desde la Casa Blanca cada día salen una
retahíla de tuits que marcarán la agenda
internacional del día que casi siempre inicia con la frase favorita del
pelirrubio: “China es muy mala con Estados Unidos”; como acontece igualmente con
“la UE que es muy mala con Estados Unidos” y prácticamente todo en lo que la
Unión Americana está en desventaja con el resto del mundo es “muy malo”.
Con
Corea del Norte la escalada verbal no es
por estar en desventaja comercial sino por tener un rival atómico con cohetes
con ojivas nucleares capaces de llegar a territorio americano.
De
acuerdo con el Council on Foreign Relations se estima que Pyongyang tiene
desarrolladas de 10 a 20 poderosas armas nucleares, al menos en 2017 realizó
sendas pruebas, un total de 23 cohetes de todos los tamaños fueron lanzados y
explosionados.
De su peligrosidad, el Center for Strategic
and International Studies, desmenuza el alcance nuclear de Corea del Norte:
misiles de corto alcance de 625 millas capaces de traspasar la Península de
Corea; misiles de medio alcance más de 625 millas y hasta 1 mil 864 millas que
además de caer en Japón podrían alcanzar hasta Guam; misiles de rango
intermedio más de 1 mil 864 millas hasta 3 mil 417 millas que pueden llegar
perfectamente a Alaska y los intercontinentales de más de 3 mil 417 millas
listos para alcanzar Washington,
Honolulu y Los Ángeles.
No es desde luego una negociación sencilla,
buscar un cauce pacífico en el que primeramente Jong-un (así de receloso como es) acepte un tratado para frenar la carrera armamentista
nuclear y encima, desmantelarla.
Y sobre todo hacerlo a cambio de nada. ¿Qué
quiere Jong-un? Que no le derroquen, que Estados Unidos con sus aparatos de
Inteligencia no le pongan una trampa… un atentado.
El gobernante, el tercero de la dinastía en el
poder tras finalizar la guerra de las dos Coreas, vive amurallado del resto del
mundo en compañía de sus gobernados; a él le interesa pertrecharse para
conservar el poder y eso implica no darle demasiadas alas a su pueblo, ni alas
educativas, ni alas económicas. Lo justo y punto.
En la visión de Trump, como natural hombre de
negocios, todo es cuestión de dinero, al fin y al cabo, time is money; por eso en su encuentro con
Jong-un le vendió la riqueza de Singapur y el progreso de su vecino natural,
Corea del Sur pretendiendo con ello seducir a Jong-un, hacerlo ver que su
desnuclearización y una apertura de su economía y de su país podría atraer un
aluvión de inversiones para “hacer de las bonitas playas norcoreanas, playas
con hermosos condominios”.
El sátrapa que, como todos los sátrapas, acumula
todo el poder político y económico que quiere porque su poder es omnímodo no le
interesa los condominios en sus espléndidas costas, lo que quiere es que nadie
lo derroque y que lo dejen seguir en su ostracismo gobernando y oprimiendo a su
gente. Mientras cuente con el apoyo comercial de China, su aliada y tradicional
amiga y consejera; y además, con el beneplácito de Rusia para obtener el gas y
el petróleo requerido para su economía, por lo demás, nada le importa.
Quizá pueda cambiar la tónica de las no
relaciones con Corea del Sur, rotas desde finalizar la guerra en 1953, son hermanos culturales que comparten la misma
idiosincrasia así es que rebajar las tensiones en la Península sería bueno para
ambos países.
A COLACIÓN
Lo que
no parece que vaya a cambiar (a lo mejor
es todavía muy pronto para evaluarlo) es la desnuclearización pacífica de Corea
del Norte, no han pasado ni dos meses y circulan todo tipo de versiones.
Por un
lado, el régimen de Pyongyang ha dado muestras de tener voluntad para la paz,
ha devuelto los cadáveres que ha solicitado Washington, ha liberado a prisioneros
norteamericanos a petición también de Washington; se han discurrido sendas
invitaciones verbales entre el presidente Trump y Jong-un para una visita
oficial a sus respectivos países.
Ante la
prensa internacional se enviaron imágenes del desmantelamiento de un
laboratorio nuclear mientras Mike
Pompeo, el ex temido agente de la CIA,
convertido ahora en secretario de Estado de los Estados Unidos dirige
las espinosas pláticas con el régimen norcoreano: la Unión Americana quiere una
desnuclearización rápida y Jong-un que le levanten a su país las sanciones
económicas, comerciales y de inversiones que están en la ONU impuestas desde
hace tiempo. Y ninguna de las dos cosas
suceden con la celeridad requerida… esto puede terminar en papel mojado .
Una
investigación de expertos independientes entregado al Consejo de Seguridad de
la ONU indicó que “Corea del Norte no ha detenido su programa nuclear ni de
misiles y que continúa haciendo acopio de material radiactivo”; y añadió en su
reporte de 149 páginas que China y Rusia están violando el marco de sanciones
vendiéndole a Pyongyang petróleo, gas y otros suministros. Hasta México salió
mal parado en el informe porque le habría comprado a Corea del Norte varias
mercancías.
Directora de Conexión Hispanoamérica,
economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales
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