POR LA ESPIRAL
Claudia
Luna Palencia
@claudialunapale
-Honestamente:
¿tiene Trump razón?
Ya
sé que le tenemos animadversión, no recuerdo a la fecha otro mandatario más
antipático, capaz de cosechar tremendo encono a diestra y siniestra… hasta por
parte de los tradicionales aliados de Estados Unidos.
Como
candidato a la Presidencia, Donald Trump resultó chocante, transgresor y
rompedor, incluso muchos analistas
internacionales atisbaban desde entonces un cambio de rumbo en la Casa Blanca y
por ende, en los destinos de Estados Unidos; en conclusión temprana de los
derroteros globales.
¿Alguien
se sorprende? En mi opinión no, otra cosa muy distinta es que a la mayoría –más
bien a casi todos- nos siga tomando desprevenidos y léase bien con letras
grandes y pequeñas: Trump pretende gobernar por ocho años.
El
supuesto análisis de la personalidad del magnate inmobiliario realizada superflua y visceralmente por Michael
Wolff es incompleto e incongruente; al autor de “Fuego y Furia” lo vi en su
presentación en Madrid, en Casa de América, y más allá de los insultos que Wolff
le profirió mi sensación personal es que, el despecho del autor no esconde la
amargura, quizá por no haber sido considerado dentro del nuevo equipo de
gobierno.
El
Trump sorprendido por ganar las elecciones,
atemorizado por “el paquetazo” y que no buscará la reelección, en palabras de
Wolff, no corresponde con la realidad. Dicha percepción es equidistante
con la verdadera personalidad del inquilino de la Casa Blanca, que no está ni
aterrado ni pavorido, ni con ganas de
salir huyendo del poder, todo lo contrario: a Trump le gusta el poder es su
dulce envenenado, ama los reflectores, adora sentirse noticia y notición todos los
días en su país y en todos los rincones del mundo.
Se
autoidólatra, su ego le rebasa, nunca ha ocultado su fascinación por
personalidades como su homólogo chino Xi Jinping y el gobernante ruso Vladimir
Putin; y cada una de sus decisiones abiertas, desafiantes y prepotentes salen
directamente de él sin necesidad de ser consensuadas con nadie.
Wolff
se equivoca, vende un morbo acrecentado por la inquina hacia Trump que no es
siquiera más o menos inmoral que, por ejemplo, el presidente William Clinton y
sus puros en la vagina de Mónica Lewinsky en el Despacho Oval.
Lo
realmente interesante y que debe enfocar nuestra atención no es si él y su
esposa Melania se tiran de los pelos y cortocircuitan juntos, eso es carnaza
para la prensa rosa, lo trascendental es
su personalidad dictatorial revelada todos los días a pulso de Twitter –ni
siquiera necesita de sus asesores de prensa- lo piensa y lo escribe.
Lo
trascendental es que ha ordenado
desplegar a parte de sus militares en la frontera con México, tiene una
obsesión marcial, no le tiembla el pulso; o acaso no recuerdan amigos lectores
el empellón que Trump le dio en público en la cumbre de la OTAN al primer
ministro de Montenegro; ¿es este un hombre atemorizado por gobernar que se
encontró de repente con el triunfo?
Rumbo
a su segundo año de gobierno, sin embargo, este
exshowman ya tiene su lema de campaña para la reelección “Keep America
Great”, todavía no sabemos cómo concluirá este año tan convulso en el escenario
global; mucho menos qué pasará en 2021 cuando cumpla el cuatrienio… pero, él
peligrosamente, ya tiene la mira puesta en otro más.
A COLACIÓN
Ahora
bien está la política proteccionista, sin ninguna diplomacia de por medio, las
acusaciones de daños y perjuicios en la balanza comercial quiere ser corregida
más que con competitividad y productividad a mazo de aranceles ad valorem, de
utilizar abruptamente la debilidad del dólar como mecanismo cambiario a favor y hasta de manipular la
política fiscal para disfrazar los subsidios de rebaja impositiva.
China
es el gran enemigo comercial a vencer así lo ve Trump, pero también él sabe que
el asuntito es mucho más delicado porque los chinos cada vez obtienen mayor
peso geoeconómico y geopolítico… será inevitable salvo que Estados Unidos
decida defender su imperialismo con bombas atómicas en Beijing. Estamos viendo
cómo se retuerce el imperialismo yanqui –que representa el pasado- ante el
nuevo imperialismo floreciente chino –que significa el futuro-; repito, siempre
y cuando no exista una gran guerra para frenarlo.
El
amago de llevar hasta los 100 mil millones de dólares las sanciones
arancelarias por parte de Estados Unidos hacia China, lo que de ejecutarse
sumaría un total de 150 mil millones de dólares, parte de la justificación del
daño económico a la industria local estadounidense por la cantidad de productos
y artículos Made in China baratos que inundan a su economía.
¿Tiene
o no tiene razón Trump? Dejemos a un lado que el personaje nos cae mal, la
economía china ha crecido financiada por los miles de millones de consumidores
en el mundo que adquirimos sus mercancías, artículos y productos; en ciernes ha
arrasado con varias industrias locales socavadas, asfixiadas y derruidas por
los escasísimos costos de producción chinos.
Yo
recuerdo con especial interés cuando el gobierno mexicano entre 1993-1994
decidió imponer aranceles hasta del 3 mil por ciento a los juguetes chinos que
llegaban al país a borbotones; al final fue imposible competir no sólo ha desaparecido
la industria juguetera mexicana también se ha vulnerado la industria del
calzado, la de los textiles, la de las artesanías. Y además todo lo copian…
Directora de Conexión
Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas
internacionales
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